Discursos / Junio2008

 

Ginebra, Suiza
9 de junio de 2008.

Palabras del C. Secretario del Trabajo y Previsión Social, Javier Lozano Alarcón, en el marco de la Nonagésima Séptima Reunión de la Conferencia Internacional del Trabajo

Señor Presidente de la Nonagésima Séptima reunión de la Conferencia Internacional del Trabajo, Edwin Salamín Jaén;

Señor Director General de la Oficina Internacional del Trabajo, Doctor Juan Somavía;

Colegas conferencistas;

Señoras y señores:

La Memoria presentada por el Doctor Somavía ante esta Conferencia plantea, con tino, la problemática que el mundo entero enfrenta ante la combinación de una serie de factores que amenazan la estabilidad y el desarrollo sustentable de nuestras naciones.

Los retos de esta nueva realidad llevan implícita la convocatoria dirigida a todos quienes tenemos bajo nuestra responsabilidad el diseño y ejecución de políticas públicas orientadas a la consolidación del Trabajo Decente.

Este contexto de incertidumbre precisa, también, la participación comprometida de las organizaciones de trabajadores y empleadores para que, junto con los gobiernos, fortalezcamos el tripartismo, el diálogo social e impulsemos la adopción de acciones para superar la crisis y poder cumplir las metas planteadas en los Objetivos de Desarrollo del Milenio, en nuestros propios Planes Nacionales de Desarrollo y sus respectivos programas sectoriales.

Los precios internacionales de los alimentos y de los hidrocarburos han experimentado, en los últimos tiempos, incrementos extraordinarios e inesperados. A ello hay que agregar la prolongada desaceleración económica de los Estados Unidos y los múltiples efectos del cambio climático en el planeta. Todo esto constituye un desafío de grandes proporciones que, juntos –insisto, juntos- debemos enfrentar con un alto sentido de responsabilidad, realismo y eficacia.

Hoy, más que nunca, esta Organización Internacional del Trabajo tiene mucho que decir y, sobre todo, que hacer. Este conjunto de situaciones adversas impacta, querámoslo o no, al mercado laboral. Es válido y necesario insistir en la búsqueda del Trabajo Decente para todos. Sí, pero primero es indispensable conservar las fuentes de empleo existentes.

En las condiciones actuales, válido y legítimo es que todos nuestros trabajadores y sus familias tengan acceso pleno a la seguridad y previsión social. Y debemos seguir luchando por generar un número creciente de empleos en la economía formal. Sin embargo, con absoluto sentido de la realidad, debemos hacer todo lo necesario para la preservación de las plazas de trabajo que tenemos y del poder adquisitivo de la clase trabajadora.

No podemos ni debemos estancarnos en la coyuntura. Todos esperamos que la crisis alimentaria y de precios que enfrentamos en el mundo sea temporal. De ahí que, como verdaderos hombres de Estado, debemos asumir esta problemática con medidas pertinentes, oportunas y visionarias pero sin descuidar las metas de largo plazo.

En congruencia con lo anterior, el Presidente de México, Felipe Calderón, puso en práctica, en días pasados, un paquete de acciones tendientes al aseguramiento del abasto a precios competitivos de los principales insumos y productos de la dieta básica de la población. Hizo lo mismo para apoyar a nuestros productores del campo. Y anunció nuevos subsidios monetarios para las familias que acusan una lamentable situación de pobreza alimentaria.

Hoy, más que nunca, debemos articular acciones eficientes que vinculen nuestras políticas económicas con las del desarrollo social. El mercado no puede llegar a todas partes. Debemos reconocer, en consecuencia, que existen profundas diferencias estructurales que dividen a nuestras sociedades. Los subsidios deben darse mientras estas diferencias prevalezcan. La justicia social sigue siendo, indudablemente, una asignatura pendiente y una constante en nuestra conciencia colectiva.

Con todo, no caigamos en la tentación de dar marcha atrás respecto de lo ya avanzado. Hoy las condiciones laborales en el mundo son mucho mejores que hace unas cuantas décadas. Sorteamos tiempos difíciles pero no necesariamente estructurales ni, tampoco, permanentes.

Son éstos, también, tiempos para refrendar nuestro compromiso con la defensa y aseguramiento de los derechos colectivos de los trabajadores. Es época de competencia económica y de productividad en las relaciones laborales. Atravesamos por una temporada turbulenta y desafiante. Sin embargo, no es dable pensar que las crisis se superan a costa de los derechos individuales y colectivos de los trabajadores. La coyuntura no debe ser pretexto para el abuso o el menoscabo de los derechos laborales. Pero es de esperar, también, de parte de las organizaciones del movimiento obrero en las distintas latitudes, sensibilidad, realismo y compromiso con sus propias fuentes de empleo y con su entorno. Sus derechos colectivos deben seguir siendo respetados y garantizados, pero su ejercicio debe darse, siempre, en el marco de la ley y de las instituciones.

En tiempos difíciles, la legítima aspiración de un mayor ingreso para los trabajadores debe darse a partir de la productividad y no de medidas artificiales como el control generalizado de precios ó aumentos salariales de emergencia que no estén correspondidos con la generación de riqueza. Lo que hay que buscar, empero, es la productividad en las relaciones laborales para hacer más con menos y premiar el esfuerzo individual y colectivo en el trabajo.

Reforcemos actitudes a favor de la capacitación, la seguridad y la higiene en el trabajo. Dejemos de verlo como una carga pesada para empleadores y trabajadores y reconozcamos en ello la mejor inversión para el trabajo productivo.

La Organización Internacional del Trabajo, a la que todos pertenecemos, tiene un rol trascendente que jugar. Sus miembros esperamos de la administración un manejo eficiente y transparente de los recursos. Esperamos, también, la debida proporcionalidad entre aportaciones, necesidades y beneficios. Vendrán nuevos tiempos de cooperación y colaboración. Tiempos de apoyo e intercambio de información y experiencias para el bien común.

A nivel global, es también deseable que se reconsideren las políticas públicas que buscan producir energéticos a base del maíz. Ello impacta en los precios internacionales, genera carestía y distorsiona mercados. Pensemos, mejor, en el desarrollo de bioenergéticos alternativos que armonizan un menor uso del suelo, menores emisiones de bióxido de carbono, menor presión inflacionaria, un uso más eficiente del suelo y un mucho mayor respeto por el desarrollo humano sustentable.

Si no ponemos manos a la obra, con altura de miras y sentido de responsabilidad, las generaciones por venir habrán de cobrarnos la factura. Podremos ser arquitectos de nuestro destino pero no somos dueños del planeta.

Debemos ser capaces de construir esquemas novedosos, audaces y responsables en los que conciliemos la seguridad alimentaria, el régimen de libertades, el respeto al medio ambiente, la competencia económica, la seguridad jurídica para la inversión, y la generación de empleos bien remunerados en la economía formal. Sigamos privilegiando la paz laboral a partir de un equilibrio entre los factores de la producción, basado en la dignidad y el respeto mutuo.

No dejemos atrás la legítima aspiración de los grupos vulnerables por superar la discriminación y exclusión que hoy les afecta. Seamos intolerantes con las peores formas de explotación infantil y hagamos del empleo la forma más digna y eficiente de superar la pobreza e igualar oportunidades para todos.

México hoy refrenda, ante todos ustedes, su compromiso con el progreso, con la solidaridad internacional y con los derechos fundamentales de los trabajadores.

Cerremos filas a favor del trabajo decente, de la preservación de las fuentes de empleo, del poder adquisitivo de los trabajadores, y de la productividad.

Los invito a mantenernos unidos, congruentes con los principios de nuestra Organización Internacional del Trabajo y conscientes de los difíciles tiempos que enfrentamos. Hay millones de razones por las cuales esforzarnos y rendir buenas cuentas. La historia se habrá de escribir con el testimonio de nuestras acciones u omisiones.
Seamos actores y no espectadores de los nuevos retos globales.

Es nuestro tiempo. Es nuestro deber.

Por su atención, muchas gracias.