Discursos / Julio2008

 

22 octubre de 2008.

Palabras introductorias de Javier Lozano Alarcón, Secretario del Trabajo y Previsión Social, en su Comparecencia del 22 de octubre del 2008, ante la Comisión del Trabajo y Previsión Social de la Cámara de Diputados

Señor Diputado Tomás del Toro del Villar, Presidente de la Comisión del Trabajo y Previsión Social de la Cámara de Diputados;

Señores secretarios de la misma Comisión: Juan Manuel Sandoval Munguia (PAN); Carlos Rene Sánchez Gil (PAN); José Antonio Almazán González (PRD); Ramón Almonte Borja (PRD); Juan Carlos Velasco Perez (PRI), y Humberto Dávila Esquivel (NA);

Señores diputados integrantes de la Comisión;

Señores legisladores que nos acompañan de otras comisiones legislativas;

Compañeros servidores públicos;

Invitados especiales;

Representantes de los medios de comunicación y auditorio que nos sigue a través del Canal del Congreso;

Señoras y señores:

En cumplimiento por lo dispuesto por el artículo 69 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, acudo a esta Soberanía con el propósito de ampliar la información contenida en el Segundo Informe de Gobierno del Presidente de la República, Licenciado Felipe Calderón Hinojosa, relativa al sector Trabajo y Previsión Social.

Y más allá de la invitación formal que se me hiciera para atender esta comparecencia, quiero decirles que considero un verdadero honor y todo un privilegio el poder ser parte de este ejercicio republicano, de equilibrio y respeto entre poderes, y de transparencia y rendición de cuentas, a fin de intercambiar información y puntos de vista que nos sirvan para enriquecer la vida colectiva de nuestro país.

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Hoy corren vientos de preocupación y desaceleración económica en el mundo. Como bien titularon Juan Luis Cebrián y Felipe González su histórica charla: “el futuro no es lo que era”. El fenómeno global nos muestra, con toda crudeza, que las fronteras se borran, las distancias se acortan, los males hemisféricos contagian, la información fluye sin límites, el dinero pierde nacionalidad y la competencia por atraer capitales es feroz y compleja.

A la volatilidad de los mercados financieros se suma la desconfianza, la astringencia crediticia, el vaivén en los precios de los hidrocarburos y de los granos que, a lo largo del año, han ejercido una mayor presión inflacionaria en nuestras economías.

Y, sin duda, el país en el que se ha sentido con mayor crudeza esta crisis internacional es en los Estados Unidos de América. La caída de su mercado hipotecario; la fragilidad evidente de su sistema financiero; el desplome de su consumo interno y en la producción industrial, así como su crecimiento negativo en el área de la construcción inmobiliaria han tenido y seguirán teniendo importantes secuelas para México, la región y el mundo entero.

Se trata de nuestro vecino cercano y de nuestro principal socio comercial. Constituye el principal destino de nuestras exportaciones petroleras y no petroleras; es el país de donde recibimos el mayor volumen de importaciones, de turistas, de inversión extranjera y de donde provienen las remesas que envían nuestros paisanos, cuyo monto constituye la segunda fuente de generación de divisas en el país, apenas después del petróleo. Y es, también, la tierra a la que acuden cientos de miles que no encuentran una oportunidad de empleo en nuestro propio país. El impacto que tienen sus males en nuestra economía es, consecuentemente, visible y sensible.

Con todo y a diferencia de las amargas experiencias de un pasado no tan lejano, hoy México está mucho mejor parado para enfrentar esta crisis mundial. El crecimiento económico es mejor que en los Estados Unidos y tenemos la inflación más baja de Latinoamérica.

Hoy, mientras en Estados Unidos y los países de la zona Euro se pierden cientos de miles de empleos, México sigue generando nuevas fuentes de trabajo en la economía formal.

El Servicio Nacional de Empleo muestra hoy su mejor desempeño en 30 años de existencia, mediante mecanismos pertinentes de vinculación, apoyo económico y movilidad laboral.

A través del Portal del Empleo, hoy México cuenta con la bolsa de trabajo más grande de la historia del país y la información más completa sobre el sector laboral en línea.

Hoy México tiene una tasa de desocupación notablemente inferior a la que reportan Estados Unidos, Canadá, España, Portugal, Alemania, Francia y, en general, al promedio de la de los países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE).

Y ciertamente, hoy México reporta el menor número de conflictos laborales desde que se tiene memoria en los registros formales por lo que hace a la relación entre huelgas estalladas y los emplazamientos formulados.

Hay razones que sirven bien para explicar porqué es que hoy enfrentamos con más fortaleza que antes el embate de una crisis mundial. Hemos aprendido la lección. Los fundamentales de nuestra economía son mucho más sólidos que antes. Hay disciplina en el manejo de las finanzas públicas; el Banco Central es realmente autónomo y conduce con seriedad e independencia las políticas monetaria y cambiaria; el peso de la deuda externa respecto del Producto Interno Bruto es muchísimo menor; las reservas internacionales alcanzaron máximos históricos y se aplican hoy cuando es necesario estabilizar el mercado; no hay vencimientos de corto o mediano plazo en títulos denominados en moneda extranjera. El sistema financiero mexicano está bien capitalizado y las autoridades regulatorias del sector cuentan con más y mejores instrumentos para la normatividad, supervisión y sanción de los intermediarios.

Esta ha sido una tarea de todos y de largo aliento. Llevamos trece años de construir un nuevo andamiaje legal e institucional en México, tanto en lo económico como en nuestro régimen democrático y en las políticas de desarrollo social.

Hoy, a diferencia del pasado, lejos de recortar el gasto para enfrentar la disminución de ingresos fiscales por la desaceleración económica, inyectamos más dinero a la economía para reactivar el mercado interno con nuestros propios recursos y, así, edificar más y mejor infraestructura para México.

Es el caso del Programa para Impulsar el Crecimiento y el Empleo que, recientemente, dio a conocer el Presidente Felipe Calderón y que ustedes han apoyado sin regateos. Pueden estar seguros de que ese gasto adicional contribuirá a mitigar el efecto nocivo del menor dinamismo económico mundial y de la crisis financiera internacional. Nos servirá para que las malas noticias globales no afecten, estructural o trascendentemente, los cimientos de nuestra economía y de nuestra convivencia social.

Es justo, en este sentido, reconocerle al Congreso de la Unión, el auténtico sentido de responsabilidad y patriotismo con el que sus integrantes han sabido conducirse en los momentos en que la República lo ha exigido. Todas las fuerzas políticas aquí representadas han sabido sumar voluntad política y talento para aprobar reformas estructurales, presupuestos, programas y medidas que, hasta hace muy poco tiempo, parecían inalcanzables.

Reitero, pues, que es todo un privilegio el poder dirigirme, desde esta alta tribuna, a buena parte de quienes conforman la más trascendente y productiva legislatura de los últimos tiempos en nuestro país. Por ello, muchas gracias nuevamente por esta oportunidad.

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Así pues, estamos en posición de ver un vaso medio lleno o el mismo vaso medio vacío. En tiempos de crisis, el crecimiento económico podrá parecer mediocre pero, finalmente, es crecimiento. Los empleos creados en la economía formal podrán ser insuficientes pero, después de todo, hay creación y no pérdida de empleos. La tasa de desocupación podrá parecer elevada y, sin embargo, es la más baja de la región. La inflación podrá estar en niveles preocupantes y, sin embargo, nada parecido a lo que ocurre en el resto de Latinoamérica.

En pocas palabras. Es mucho lo que falta pero, también, es mucho lo alcanzado. No regateemos entre nosotros los avances obtenidos y la solidez que nos hemos dado. Vamos por el camino correcto.

Con todo, soy el primero en reconocer que lo que tenemos en el sector laboral del país no es suficiente ni satisfactorio.

• No podemos conformarnos con un crecimiento económico del dos por ciento ni con la generación de poco más de medio millón de empleos por año.
• No debemos confundirnos con la tasa de desocupación reportada pues ella no muestra, cabalmente, la realidad en la que viven miles de familias que sobreviven en el subempleo y la precariedad de su ocupación. Tampoco exhibe que muchos no pueden darse el lujo de estar un día sin trabajo ante su incapacidad de ahorro y la ausencia de un seguro de desempleo.
• No es justo conformarnos con un salario promedio de poco más de 200 pesos diarios ni con los niveles que ha alcanzado la informalidad en la economía.
• Es penoso observar que son más los que carecen de seguridad social plena en México y que muchos se multiplican en micro negocios de subsistencia ante la falta de oportunidades de empleo.
• No podemos dormir tranquilos mientras los jóvenes reporten tasas de desempleo del doble que el promedio de la población. Nuestra vinculación entre educación superior y el mercado laboral está lejos de ser la que necesitamos.
• Resulta inaceptable el ver que los niños y jóvenes abandonan las aulas para incorporarse, por su propia miseria, a la actividad productiva en las ciudades y en el campo. Y peor aún es la utilización de las peores formas de explotación infantil en diversos ámbitos del comercio ilegal.
• No podemos presumir de un trato igualitario mientras persiste la discriminación por razón de género, de raza, por edad, por ser portador del VIH/Sida, por discapacidad, preferencia sexual, religiosa o ideológica. No hablemos, entonces, de igualdad mientras los grupos vulnerables no tienen la misma oportunidad que los demás.
• Y no podemos presumir de una renovada cultura laboral en tanto la capacitación, la seguridad y la higiene en el trabajo se sigan viendo como una pesada carga para empleadores y trabajadores y no como una inversión productiva y un deber legal y moral.

Frente a todos estos retos, sepan ustedes, señores legisladores, que en la Secretaría del Trabajo y Previsión Social mantenemos nuestra convicción de perseverar en los tres ejes rectores que nos distinguen: Promoción, Conciliación y Legalidad.

• Promoción de una economía cada vez más competitiva y generadora de empleos de calidad en el sector formal; y promoción de relaciones laborales basadas en el respeto a la dignidad y derechos fundamentales de los trabajadores pero, también, basadas en la productividad.
• Conciliación de intereses, para lograr el equilibrio entre los factores de la producción y para preservar la paz laboral.
• Y Legalidad para asegurar el cumplimiento estricto del artículo 123 Constitucional y sus leyes secundarias, sobre todo cuando hablamos de previsión social y del ejercicio pleno y legítimo de los derechos colectivos de los trabajadores, a saber: el derecho de huelga, la contratación colectiva de trabajo y la autonomía y libertad sindicales.

Reitero también, ante ustedes, los objetivos centrales de nuestro sector:

• A través del Servicio Nacional de Empleo y hacia el 2012, estaremos en posibilidad de contribuir con un 13 por ciento del total de la generación de fuentes de trabajo en la economía formal.
• Mantendremos en línea los registros sindicales al límite de lo que los datos personales imponen, bajo el principio de la máxima publicidad
de la información pública gubernamental, como nunca antes habíamos visto.
Seremos capaces de resolver, por la vía de la conciliación, al menos, el 95 por ciento de los casos que se nos presenten de revisiones contractuales y salariales, y demás emplazamientos de huelga.
Habremos abatido, para el 2012, en su totalidad, el impresionante rezago de expedientes en trámite que obra en poder de la Junta Federal de Conciliación y Arbitraje.
• Para ese mismo año, habremos triplicado el número de inspecciones federales del trabajo.
• Y, con la participación responsable y decidida del Congreso de la Unión y de los sectores productivos, estaremos en posibilidad de revisar –cuando la agenda y prioridades del Poder Legislativo así lo permitan- la Ley Federal del Trabajo, en aras de una mayor competitividad de nuestra economía; de una sólida cultura de la productividad en las relaciones laborales y hacia la indispensable previsión social en los centros de trabajo.

Todo lo anterior, señores legisladores, será posible si alcanzamos el escenario sobresaliente que ha propuesto el Presidente Calderón ante esta Soberanía y ante el país entero, mismo que precisa la consolidación de las reformas estructurales pendientes y la ejecución del Programa Nacional de Infraestructura.

Sólo así estaremos en posición de conseguir, hacia el final de esta administración:

• Un crecimiento económico anual del cinco por ciento de manera sostenida.
• Un crecimiento en el ingreso per capita del 20 por ciento.
• La generación de un mínimo de 800 mil empleos por año.
• Posicionarnos entre los 30 primeros lugares a nivel mundial en competitividad, y
• Disminuir, en un 30 por ciento, la pobreza alimentaria en el país, entre otras metas.

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Son éstos los planteamientos que nos hemos propuesto en el Plan Nacional de Desarrollo hacia el 2012. Pero hoy, frente al complejo contexto internacional, las circunstancias precisan, de todos nosotros, conducirnos con una buena dosis de prudencia y de responsabilidad colectiva.

Tenemos que ser sensatos y realistas. Es legítimo aspirar a mejores escenarios de crecimiento, desarrollo, bienestar y empleo. Y es obligación trabajar en ello todos los días. Pero también es momento de cuidar lo que tenemos, y saberlo apreciar.

Concretamente, yo los invito a preservar tres grandes valores: la fuente de empleo, el poder adquisitivo y la paz laboral. Y no se entienda ello como una visión conformista ni mediocre sino, más bien, realista y consecuente con el entorno. Vendrán tiempos mejores y, entonces, habremos de retomar el dinamismo y vigor que espera el crecimiento económico y la generación de empleos.

No caigamos en la tentación de exigir mejores niveles de ingreso cuando, lo que está en riesgo, es la propia planta laboral. No retemos a la inflación con aumentos salariales artificiales y no correspondidos con la productividad, pues lo único que provocarían es una espiral en la que el perdedor será el poder adquisitivo de los trabajadores y sus familias.

Sepamos distinguir entre un movimiento auténtico de huelga y un chantaje personal o de grupo que se impone por la fuerza y que atenta contra los intereses de la comunidad y del bienestar mismo de los trabajadores y sus familias.

Dotemos a la autoridad laboral de instrumentos de inspección y sanción suficientes para castigar abusos o violaciones a la normatividad laboral, de manera ejemplar, y no conformarnos con tímidas multas económicas como ocurrió en el caso de la tragedia de Pasta de Conchos.

Construyamos todos los días una verdadera cultura de la legalidad para someternos todos, sin distingo, al imperio de la ley. No se vale invocar el Estado de Derecho cuando juega a nuestro favor y repudiar la ley e invocar la sensibilidad y transacción política cuando nos juega en contra.

Privilegiemos el diálogo y la concertación de intereses para evitar conflictos colectivos de naturaleza económica. Hoy y siempre, más vale un mal arreglo que un buen pleito.

Sigamos apostando por la cultura de la productividad para generar riqueza, aprovechar de manera más eficiente nuestros recursos y mejorar el ingreso de los trabajadores.

Mantengamos un constante y abierto diálogo con los sectores productivos en aras de una mejor conciliación de intereses y la consecución, a plenitud, del trabajo decente.

Sumemos fuerzas, en fin, entre los Poderes de la Unión para dotar a México de una economía más sólida, más competitiva, capaz de generar más empleo y de darle un mejor nivel de vida a su gente.

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De nuestra parte, señores legisladores, pueden estar seguros de que mantendremos la vertical en la conducción de las tareas que la ley y el Presidente de la República nos ha encomendado. Seguiremos actuando con seriedad, profesionalismo, responsabilidad y lealtad.

Son tiempos difíciles, sí, pero claramente superables. Y, en esa tarea, va por delante nuestro compromiso.

Muchas gracias.