
Señor
Diputado Tomás del Toro del Villar, Presidente de la Comisión
del Trabajo y Previsión Social de la Cámara de Diputados;
Señores
secretarios de la misma Comisión: Juan Manuel Sandoval Munguia
(PAN); Carlos Rene Sánchez Gil (PAN); José Antonio
Almazán González (PRD); Ramón Almonte Borja
(PRD); Juan Carlos Velasco Perez (PRI), y Humberto Dávila
Esquivel (NA);
Señores
diputados integrantes de la Comisión;
Señores
legisladores que nos acompañan de otras comisiones legislativas;
Compañeros
servidores públicos;
Invitados
especiales;
Representantes
de los medios de comunicación y auditorio que nos sigue a
través del Canal del Congreso;
Señoras
y señores:
En
cumplimiento por lo dispuesto por el artículo 69 de la Constitución
Política de los Estados Unidos Mexicanos, acudo a esta Soberanía
con el propósito de ampliar la información contenida
en el Segundo Informe de Gobierno del Presidente de la República,
Licenciado Felipe Calderón Hinojosa, relativa al sector Trabajo
y Previsión Social.
Y
más allá de la invitación formal que se me
hiciera para atender esta comparecencia, quiero decirles
que considero un verdadero honor y todo un privilegio el poder ser
parte de este ejercicio republicano, de equilibrio y respeto entre
poderes, y de transparencia y rendición de cuentas,
a fin de intercambiar información y puntos de vista que nos
sirvan para enriquecer la vida colectiva de nuestro país.
***
Hoy
corren vientos de preocupación y desaceleración económica
en el mundo. Como bien titularon Juan Luis Cebrián y Felipe
González su histórica charla: “el futuro
no es lo que era”. El fenómeno global nos muestra,
con toda crudeza, que las fronteras se borran, las distancias se
acortan, los males hemisféricos contagian, la información
fluye sin límites, el dinero pierde nacionalidad y la competencia
por atraer capitales es feroz y compleja.
A
la volatilidad de los mercados financieros se suma la desconfianza,
la astringencia crediticia, el vaivén en los precios de los
hidrocarburos y de los granos que, a lo largo del año, han
ejercido una mayor presión inflacionaria en nuestras economías.
Y,
sin duda, el país en el que se ha sentido con mayor crudeza
esta crisis internacional es en los Estados Unidos de América.
La caída de su mercado hipotecario; la fragilidad evidente
de su sistema financiero; el desplome de su consumo interno y en
la producción industrial, así como su crecimiento
negativo en el área de la construcción inmobiliaria
han tenido y seguirán teniendo importantes secuelas para
México, la región y el mundo entero.
Se
trata de nuestro vecino cercano y de nuestro principal socio comercial.
Constituye el principal destino de nuestras exportaciones petroleras
y no petroleras; es el país de donde recibimos el mayor volumen
de importaciones, de turistas, de inversión extranjera y
de donde provienen las remesas que envían nuestros paisanos,
cuyo monto constituye la segunda fuente de generación de
divisas en el país, apenas después del petróleo.
Y es, también, la tierra a la que acuden cientos de miles
que no encuentran una oportunidad de empleo en nuestro propio país.
El impacto que tienen sus males en nuestra economía es, consecuentemente,
visible y sensible.

Con
todo y a diferencia de las amargas experiencias de un pasado no
tan lejano, hoy México está mucho mejor parado para
enfrentar esta crisis mundial. El crecimiento económico
es mejor que en los Estados Unidos y tenemos la inflación
más baja de Latinoamérica.
Hoy,
mientras en Estados Unidos y los países de la zona Euro se
pierden cientos de miles de empleos, México sigue generando
nuevas fuentes de trabajo en la economía formal.
El
Servicio Nacional de Empleo muestra hoy su mejor desempeño
en 30 años de existencia, mediante mecanismos pertinentes
de vinculación, apoyo económico y movilidad laboral.
A
través del Portal del Empleo, hoy México cuenta con
la bolsa de trabajo más grande de la historia del país
y la información más completa sobre el sector laboral
en línea.
Hoy
México tiene una tasa de desocupación notablemente
inferior a la que reportan Estados Unidos, Canadá, España,
Portugal, Alemania, Francia y, en general, al promedio de la de
los países de la Organización para la Cooperación
y el Desarrollo Económico (OCDE).
Y
ciertamente, hoy México reporta el menor número de
conflictos laborales desde que se tiene memoria en los registros
formales por lo que hace a la relación entre huelgas estalladas
y los emplazamientos formulados.
Hay
razones que sirven bien para explicar porqué es que hoy enfrentamos
con más fortaleza que antes el embate de una crisis mundial.
Hemos aprendido la lección. Los fundamentales de
nuestra economía son mucho más sólidos que
antes. Hay disciplina en el manejo de las finanzas públicas;
el Banco Central es realmente autónomo y conduce con seriedad
e independencia las políticas monetaria y cambiaria; el peso
de la deuda externa respecto del Producto Interno Bruto es muchísimo
menor; las reservas internacionales alcanzaron máximos históricos
y se aplican hoy cuando es necesario estabilizar el mercado; no
hay vencimientos de corto o mediano plazo en títulos denominados
en moneda extranjera. El sistema financiero mexicano está
bien capitalizado y las autoridades regulatorias del sector cuentan
con más y mejores instrumentos para la normatividad, supervisión
y sanción de los intermediarios.
Esta
ha sido una tarea de todos y de largo aliento. Llevamos
trece años de construir un nuevo andamiaje legal e institucional
en México, tanto en lo económico como en nuestro régimen
democrático y en las políticas de desarrollo social.
Hoy, a diferencia del pasado, lejos de recortar el gasto para enfrentar
la disminución de ingresos fiscales por la desaceleración
económica, inyectamos más dinero a la economía
para reactivar el mercado interno con nuestros propios recursos
y, así, edificar más y mejor infraestructura para
México.
Es
el caso del Programa para Impulsar el Crecimiento y el Empleo que,
recientemente, dio a conocer el Presidente Felipe Calderón
y que ustedes han apoyado sin regateos. Pueden estar seguros de
que ese gasto adicional contribuirá a mitigar el efecto nocivo
del menor dinamismo económico mundial y de la crisis financiera
internacional. Nos servirá para que las malas noticias
globales no afecten, estructural o trascendentemente, los cimientos
de nuestra economía y de nuestra convivencia social.
Es
justo, en este sentido, reconocerle al Congreso de la Unión,
el auténtico sentido de responsabilidad y patriotismo con
el que sus integrantes han sabido conducirse en los momentos en
que la República lo ha exigido. Todas las fuerzas
políticas aquí representadas han sabido sumar voluntad
política y talento para aprobar reformas estructurales, presupuestos,
programas y medidas que, hasta hace muy poco tiempo, parecían
inalcanzables.
Reitero,
pues, que es todo un privilegio el poder dirigirme, desde
esta alta tribuna, a buena parte de quienes conforman la más
trascendente y productiva legislatura de los últimos tiempos
en nuestro país. Por ello, muchas gracias nuevamente
por esta oportunidad.

***
Así pues, estamos en posición de ver un vaso
medio lleno o el mismo vaso medio vacío. En tiempos de crisis,
el crecimiento económico podrá parecer mediocre pero,
finalmente, es crecimiento. Los empleos creados en la economía
formal podrán ser insuficientes pero, después de todo,
hay creación y no pérdida de empleos. La tasa de desocupación
podrá parecer elevada y, sin embargo, es la más baja
de la región. La inflación podrá estar en niveles
preocupantes y, sin embargo, nada parecido a lo que ocurre en el
resto de Latinoamérica.
En
pocas palabras. Es mucho lo que falta pero, también, es mucho
lo alcanzado. No regateemos entre nosotros los avances obtenidos
y la solidez que nos hemos dado. Vamos por el camino correcto.
Con
todo, soy el primero en reconocer que lo que tenemos en
el sector laboral del país no es suficiente ni satisfactorio.
•
No podemos conformarnos con un crecimiento económico del
dos por ciento ni con la generación de poco más de
medio millón de empleos por año.
• No debemos confundirnos con la tasa de desocupación
reportada pues ella no muestra, cabalmente, la realidad en la que
viven miles de familias que sobreviven en el subempleo y la precariedad
de su ocupación. Tampoco exhibe que muchos no pueden darse
el lujo de estar un día sin trabajo ante su incapacidad de
ahorro y la ausencia de un seguro de desempleo.
• No es justo conformarnos con un salario promedio de poco
más de 200 pesos diarios ni con los niveles que ha alcanzado
la informalidad en la economía.
• Es penoso observar que son más los que carecen de
seguridad social plena en México y que muchos se multiplican
en micro negocios de subsistencia ante la falta de oportunidades
de empleo.
• No podemos dormir tranquilos mientras los jóvenes
reporten tasas de desempleo del doble que el promedio de la población.
Nuestra vinculación entre educación superior y el
mercado laboral está lejos de ser la que necesitamos.
• Resulta inaceptable el ver que los niños y jóvenes
abandonan las aulas para incorporarse, por su propia miseria, a
la actividad productiva en las ciudades y en el campo. Y peor aún
es la utilización de las peores formas de explotación
infantil en diversos ámbitos del comercio ilegal.
• No podemos presumir de un trato igualitario mientras persiste
la discriminación por razón de género, de raza,
por edad, por ser portador del VIH/Sida, por discapacidad, preferencia
sexual, religiosa o ideológica. No hablemos, entonces, de
igualdad mientras los grupos vulnerables no tienen la misma oportunidad
que los demás.
• Y no podemos presumir de una renovada cultura laboral en
tanto la capacitación, la seguridad y la higiene en el trabajo
se sigan viendo como una pesada carga para empleadores y trabajadores
y no como una inversión productiva y un deber legal y moral.

Frente
a todos estos retos, sepan ustedes, señores legisladores,
que en la Secretaría del Trabajo y Previsión Social
mantenemos nuestra convicción de perseverar en los
tres ejes rectores que nos distinguen: Promoción, Conciliación
y Legalidad.
•
Promoción de una economía cada vez más competitiva
y generadora de empleos de calidad en el sector formal; y promoción
de relaciones laborales basadas en el respeto a la dignidad y derechos
fundamentales de los trabajadores pero, también, basadas
en la productividad.
• Conciliación de intereses, para lograr el equilibrio
entre los factores de la producción y para preservar la paz
laboral.
• Y Legalidad para asegurar el cumplimiento estricto del artículo
123 Constitucional y sus leyes secundarias, sobre todo cuando hablamos
de previsión social y del ejercicio pleno y legítimo
de los derechos colectivos de los trabajadores, a saber: el derecho
de huelga, la contratación colectiva de trabajo y la autonomía
y libertad sindicales.
Reitero
también, ante ustedes, los objetivos centrales de nuestro
sector:
•
A través del Servicio Nacional de Empleo y hacia el 2012,
estaremos en posibilidad de contribuir con un 13 por ciento
del total de la generación de fuentes de trabajo en la economía
formal.
• Mantendremos en línea los registros sindicales al
límite de lo que los datos personales imponen, bajo el principio
de la máxima publicidad de la información
pública gubernamental, como nunca antes habíamos visto.
• Seremos capaces de resolver, por la vía de
la conciliación, al menos, el 95 por ciento de los casos
que se nos presenten de revisiones contractuales y salariales, y
demás emplazamientos de huelga.
• Habremos abatido, para el 2012, en su totalidad,
el impresionante rezago de expedientes en trámite que obra
en poder de la Junta Federal de Conciliación y Arbitraje.
• Para ese mismo año, habremos triplicado el
número de inspecciones federales del trabajo.
• Y, con la participación responsable y decidida del
Congreso de la Unión y de los sectores productivos, estaremos
en posibilidad de revisar –cuando la agenda y prioridades
del Poder Legislativo así lo permitan- la Ley Federal del
Trabajo, en aras de una mayor competitividad de nuestra
economía; de una sólida cultura de la productividad
en las relaciones laborales y hacia la indispensable previsión
social en los centros de trabajo.
Todo
lo anterior, señores legisladores, será posible
si alcanzamos el escenario sobresaliente que ha propuesto
el Presidente Calderón ante esta Soberanía y ante
el país entero, mismo que precisa la consolidación
de las reformas estructurales pendientes y la ejecución del
Programa Nacional de Infraestructura.
Sólo
así estaremos en posición de conseguir, hacia el final
de esta administración:
•
Un crecimiento económico anual del cinco por ciento de manera
sostenida.
• Un crecimiento en el ingreso per capita del 20 por ciento.
• La generación de un mínimo de 800 mil empleos
por año.
• Posicionarnos entre los 30 primeros lugares a nivel mundial
en competitividad, y
• Disminuir, en un 30 por ciento, la pobreza alimentaria en
el país, entre otras metas.

***
Son éstos los planteamientos que nos hemos propuesto en el
Plan Nacional de Desarrollo hacia el 2012. Pero hoy, frente al complejo
contexto internacional, las circunstancias precisan, de
todos nosotros, conducirnos con una buena dosis de prudencia y de
responsabilidad colectiva.
Tenemos
que ser sensatos y realistas. Es legítimo aspirar a mejores
escenarios de crecimiento, desarrollo, bienestar y empleo. Y es
obligación trabajar en ello todos los días. Pero también
es momento de cuidar lo que tenemos, y saberlo apreciar.
Concretamente,
yo los invito a preservar tres grandes valores: la fuente
de empleo, el poder adquisitivo y la paz laboral. Y no
se entienda ello como una visión conformista ni mediocre
sino, más bien, realista y consecuente con el entorno. Vendrán
tiempos mejores y, entonces, habremos de retomar el dinamismo y
vigor que espera el crecimiento económico y la generación
de empleos.
No
caigamos en la tentación de exigir mejores niveles de ingreso
cuando, lo que está en riesgo, es la propia planta laboral.
No retemos a la inflación con aumentos salariales artificiales
y no correspondidos con la productividad, pues lo único que
provocarían es una espiral en la que el perdedor será
el poder adquisitivo de los trabajadores y sus familias.
Sepamos
distinguir entre un movimiento auténtico de huelga y un chantaje
personal o de grupo que se impone por la fuerza y que atenta
contra los intereses de la comunidad y del bienestar mismo de los
trabajadores y sus familias.
Dotemos
a la autoridad laboral de instrumentos de inspección y sanción
suficientes para castigar abusos o violaciones a la normatividad
laboral, de manera ejemplar, y no conformarnos con tímidas
multas económicas como ocurrió en el caso de la tragedia
de Pasta de Conchos.
Construyamos
todos los días una verdadera cultura de la legalidad para
someternos todos, sin distingo, al imperio de la ley. No
se vale invocar el Estado de Derecho cuando juega a nuestro favor
y repudiar la ley e invocar la sensibilidad y transacción
política cuando nos juega en contra.
Privilegiemos
el diálogo y la concertación de intereses para evitar
conflictos colectivos de naturaleza económica. Hoy
y siempre, más vale un mal arreglo que un buen pleito.
Sigamos
apostando por la cultura de la productividad para generar
riqueza, aprovechar de manera más eficiente nuestros recursos
y mejorar el ingreso de los trabajadores.
Mantengamos
un constante y abierto diálogo con los sectores productivos
en aras de una mejor conciliación de intereses y la consecución,
a plenitud, del trabajo decente.
Sumemos
fuerzas, en fin, entre los Poderes de la Unión para dotar
a México de una economía más sólida,
más competitiva, capaz de generar más empleo y de
darle un mejor nivel de vida a su gente.
***
De
nuestra parte, señores legisladores, pueden estar seguros
de que mantendremos la vertical en la conducción
de las tareas que la ley y el Presidente de la República
nos ha encomendado. Seguiremos actuando con seriedad, profesionalismo,
responsabilidad y lealtad.
Son
tiempos difíciles, sí, pero claramente superables.
Y, en esa tarea, va por delante nuestro compromiso.
Muchas
gracias. |