Discursos / Marzo 2007

 

7 de enero


Río Blanco, Veracruz

Discurso del Secretario del Trabajo y Previsión Social, Javier Lozano Alarcón, en representación del Presidente de la República, Felipe Calderón Hinojosa, con motivo del Primer Centenario de los Mártires de Río Blanco

Muy buenas tardes.

Hace 100 años, miles de trabajadores de la industria textil en esta región se rebelaron contra la explotación y el trato inhumano del que eran objeto, y estallaron una huelga que a muchos les costó la vida. Esos mártires murieron por una causa justa y a manos de un gobierno represor. ¡Vaya paradoja!

Hoy, aquí, conmemoramos esa hombrada pero no como una fecha cívica más en el calendario. Lo hacemos porque la memoria no debe borrar nunca ese episodio de nuestra conciencia colectiva.

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Muy apreciado señor Gobernador del Estado de Veracruz, Fidel Herrera Beltrán.

Señor Presidente Municipal de Río Blanco, don Víctor Padilla López.

Estimado Secretario General de la Confederación Revolucionaria de Obreros y Campesinos (la CROC) don Isaías González.

Apreciable Secretario General del Sindicato Azucarero, don Enrique Ramos,

Querido paisano, don Ignacio Cuauhtémoc Paleta, dirigente de la CROM.

Muy distinguido Presidente de Coparmex, don Ricardo González Sada.

Amigos todos.

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Acudo orgullosamente a esta importante ceremonia con la representación del Presidente de la República, licenciado Felipe Calderón Hinojosa.

El señor Presidente me ha pedido que les transmita a todos ustedes, y en especial a usted, señor Gobernador, su respetuoso saludo y sus mejores deseos de salud y prosperidad para este nuevo año.

Sabe el Presidente Calderón de la relevancia que tiene para los mexicanos esta fecha. Sabe bien lo mucho que significó para los trabajadores caídos y para sus familias el movimiento obrero de Río Blanco. Y por eso expresa el Presidente a los descendientes de esos trabajadores, que hoy nos acompañan, su abrazo solidario.

Junto con la huelga de Cananea y de otras más, la gesta de Río Blanco fue causa fiel del movimiento revolucionario, y sirvió para cimbrar conciencias y para que nuestro país tomara el rumbo de la justicia social y de la libertad.

Muchas cosas han cambiado en nuestro país desde aquel 7 de enero de 1907. Una nueva Constitución Política, nuevas leyes y nuevas instituciones, y una sociedad más informada y demandante nos han permitido caminar, no sin dificultades e insuficiencias, por esa senda del desarrollo social.

Cierto, estamos mejor que hace 100 años pero hoy existen muchas razones para sentirnos orgullosos de nuestros antepasados y de nuestra historia; de nuestro esfuerzo colectivo y de nuestra riquísima cultura.

Pero también es cierto que aún falta mucho por hacer para podernos sentir satisfechos y con la conciencia plenamente tranquila. Es largo aún el trecho por recorrer para poder afirmar que hemos alcanzado la justicia social tan anhelada.

Y en esa tarea, en la más noble de todas, la de combatir la pobreza e igualar las oportunidades de nuestros niños, jóvenes, adultos mayores, madres solteras y discapacitados, todos, absolutamente todos tenemos algo que aportar y algo que hacer. Y hay que hacerlo, como decía Isaías González, a partir de un diálogo nacional de los factores de producción y de las autoridades.

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Hoy es inconcebible pensar en que podemos combatir la pobreza y vivir mejor si no tenemos un trabajo digno. No tendremos trabajos para todos mientras nuestra economía no crezca para satisfacer la demanda de nuevas plazas de empleo, y esa economía no va a crecer si no somos capaces de atraer más y mejores inversiones a nuestro país.

Ahí es donde está el verdadero reto. Las inversiones y los empleos no llegaran como queremos mientras no elevemos los niveles de competitividad de nuestra economía.

Y esto tiene que ver con los precios de los energéticos; con la infraestructura de comunicaciones y transportes; con el verdadero combate a la pobreza, particularmente en los ámbitos de procuración e impartición de justicia; con la desregulación burocrática; con la competencia efectiva en sectores prioritarios; con librar una verdadera batalla contra la piratería y el contrabando; y con que se premie en un régimen tributario al que pague impuestos, al que genere empleos y que se castigue, severamente, al evasor y a quien encuentra resquicios y privilegios en la propia ley para salirse con la suya.

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En este contexto todos nosotros debemos abordar una nueva cultura laboral en la que nos comprometamos a respetar y a hacer respetar la letra y el espíritu del Artículo 123 Constitucional, que es columna vertebral de los derechos sociales y de los derechos laborales, y que la sangre derramada aquí, hace 100 años, no haya sido en balde.

El trabajo en México debe partir del respeto a la dignidad humana del trabajador de la ciudad y del campo; debe lograr un auténtico equilibrio entre obreros y patrones; debe buscar siempre la justicia social y la paz laboral para erradicar de una vez por todas, toda forma de discriminación.

El trabajo debe privilegiar la capacitación y el adiestramiento del trabajador y de quien aspira a serlo; debe ser intolerante con la explotación y el abuso infantil; debe buscar la equidad de género y, muy particularmente, debe exigir condiciones efectivas de seguridad e higiene en los centros de trabajo.

Qué paradoja, Ricardo Flores Magón tuvo que salir de este país, por su forma de pensar y de escribir, y hoy nuestros paisanos tienen que salir de México a buscar oportunidades de empleo que nosotros no somos capaces de brindarles en nuestra propia tierra.

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Por eso, lo que tenemos que lograr es que en lugar de que la mano de obra se vaya a donde esta el capital, sea el capital el que venga donde está la mano de obra, para así no desmembrar a nuestras familias y darles oportunidades de empleo a todos aquí en México.

Por eso y por muchas razones más es que la política laboral del Presidente Felipe Calderón habrá de basarse en la oferta de condiciones óptimas para la inversión y el empleo; en el pleno respeto a los grandes derechos colectivos de los trabajadores para asegurar el equilibrio entre los factores de la producción, señaladamente la libertad y la autonomía sindical; la contratación colectiva y el derecho de huelga.

Pero, de igual manera, la política laboral debe asegurar condiciones de seguridad jurídica para quien invierte y genere empleos en nuestro país.

Esta política laboral del Presidente Felipe Calderón apunta siempre hacia la creación de trabajo formal, bien remunerado, con prestaciones, con previsión y con seguridad social, y para ello facilitaremos la oferta y la demanda que se encuentren y que tengan un objetivo común, que es más y mejor trabajo; será una política laboral intransigente contra quienes violen la normatividad en materia de seguridad e higiene. Y será, pues, una política que promueva y exija la debida capacitación de todos los trabajadores.

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Tengamos, pues, la madurez y el honesto sentido de responsabilidad para reconocer que ha llegado el tiempo de emprender las reformas y las acciones que nos lleven a modernizar nuestra economía, nuestra competitividad y nuestras relaciones laborales, sin que ello signifique de ninguna manera claudicar o renunciar a los derechos y conquistas laborales que con tanto esfuerzo y hasta con sangre se fueron ganando en estos últimos 100 años.

Encuentro en las centrales obreras, y señaladamente en la CROC, que bien dirige nuestro amigo Isaías González, o en sindicatos como el azucarero, que también encabeza nuestro amigo Enrique Ramos, y en la CROM, que encabeza Ignacio Cuauhtémoc Paleta, una visión cada vez más moderna de entender el contexto global en el que México está inmerso; de apreciar la imperiosa necesidad de avanzar en la revisión de la ley, de los contratos-ley, de los contratos colectivos, y hasta la revisión de sus propios estatutos para avanzar hacia una mayor democratización y transparencia con y para sus propios trabajadores.

Y veo en la Confederación Patronal, que dignamente encabeza Ricardo González Sada, un claro sentido ético de las relaciones laborales y una conciencia responsable de la impostergable exigencia de avanzar mucho más aprisa hacia la justicia social que tanto anhelamos.

Vamos a privilegiar, pues, el verdadero sentido de la productividad en las relaciones laborales sobre el chantaje y sobre la ruptura. Hagamos de la negociación seria y madura el instrumento que nos permita encontrar las fórmulas en las que todos salgamos ganando, que el ingreso del trabajador no descanse sólo en el salario y en sus prestaciones sino, cada vez más con más precisión, en las fórmulas de productividad que premien su desempeño con más dinero para sus bolsillos.

En una palabra, nuestra propuesta es que dejemos de ver las relaciones laborales como un juego de vencidas, para que, por fin, trabajadores y patrones se conviertan en verdaderos asociados para fines comunes.

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Señor Gobernador, amigas y amigos:

Sirvan estas breves reflexiones para refrendar el compromiso del Presidente de la República, Felipe Calderón, con el trabajo digno, con el respeto a la autonomía sindical y con la escrupulosa aplicación de la ley.

La Secretaría del Trabajo y Previsión Social a mi cargo estará atenta y sabrá actuar como promotora y gestora de la inversión y del empleo; como amigable componedora en las negociaciones contractuales y salariales y, que no quepa duda, como autoridad firme al momento de aplicar la ley.

Tenemos una oportunidad histórica. No la desperdiciemos. Heredemos a las próximas generaciones un México más próspero y más justo. Un México donde el trabajo dignifique y enriquezca el patrimonio de cada uno según su propio esfuerzo. Un México, en fin, como el que los mártires de Río Blanco soñaron.

Mi respeto para todos ustedes.

Muchas gracias.